Como quien dice: "Estaba entre la espada y la pared".
Lo querían matar. Luego de sobrevivir a la locura orquestada por sus perseguidores, y con los nervios destrozados, la columna vertebral fracturada, más otros intentos de asesinatos perfectos muy sui géneris de estos intelectuales de la muerte que creían que si moría nadie se iba a interesar por su suerte. Afortunadamente las historias contadas por el comisario Rincón en Venezuela, le permitieron intuir que existía un conjuro de familia orquestado por estos, quienes aparentando ser de ley, aprovechaban las circunstancias para usar todos esos recursos estatales, que incluso ya entendía qué eran los montajes que usando todas esas trapisondas que ahora llaman falsos positivos engañaban a la sociedad. Muchos habían participado en estos complots. Lo dilucidó el día que ató cabos acerca de lo sucedido, y después de haberse fugado del Hospital de la Hortúa en Bogotá porque aquellos galenos que lo operaron presumiblemente lo querían llevar al manicomio. A pesar que pensaba bien, y respondía a las preguntas de una siquiatra que quería comprobar si estaba o no en sus cabales, tuvo que intervenir una señora que iba a visitar a otro paciente, y se dio cuenta de lo que pasaba, y decidió ayudarlo para que se fugara de aquel hospital. Lo que no entendía era cómo se le aparecían para hacerle entender que eran sus perseguidores.
El comisario Rincón se lo aclararía. Eran corruptos y estaban comprados. Además existía alrededor suyo toda una historia donde justificaban lo que le sucedía como si fuera un vulgar desquiciado mental que mediante sus artimañas lo enredaron en esos mundos inescrutables de la psiquis. Así lo hacían sus teatreros cada que podían. En Bogotá en los tiempos de la persecución en "La Casa Embrujada" los falsarios vanamente trataron de hacerle perder la razón porque habiendo vivido el estado de shock concibió que engañaban con sus triquiñuelas a Raimundo y todo el mundo. No creía en brujerías afortunadamente. Así lo constató el comisario Rincón. Acababa de escribir algo acerca de lo que representó La reina católica de España en nuestros imaginarios en uno de sus escritos, a la vez que discutía con un interlocutor sobre esas creencias que muchos tienen del más allá y que algunos afirmamos que las brujas solo existen en las mentes de los que creen en ellas, y para su sorpresa al otro día que fue a visitar a una cliente en un barrio Bello Horizonte, se encontró con lo que parecía ser una joya guardada en una pequeña bolsa verdosa, tanto que "El Embrujado" creyó que dentro podría haber algo de valor. Y no. Más bien se trataba de un amuleto de esos que utilizan los brujos muy astutos para favorecer a las personas que creen en esos agüeros, y así manipularlos para sacarles el dinero mediante sus rezos esotéricos que no son más que ardides para engañar a los incautos.
Estaba tendida en el andén frente a la puerta delantera de un automóvil último modelo, mientras una señora veía cómo pisó dicha envoltura. Ni siquiera le prestó atención. La recogió y siguió su camino sin más ni más. Era posiblemente uno de esos trabajos que tanto usan estos personajes para sugestionar e intimidar a los que no saben de estos ardides. Llevaban mucho tiempo tratando de repetir lo que escribía en estas crónicas mediante argucias tan reales que si hablaba de un zutano o fulano se le aparecían en son de mofa, y que como había discutido con aquel personaje acerca de la Reina Isabel en la época de la colonia, y de las creencias acerca de las brujas, al querer saber qué contenía aquel envoltorio se encontró con que habían dos dientes de ajos machos -tal y como dicen por estas tierras- más otro envoltorio de papel metálico de los que se usan en las cajetillas de cigarrillos, y que guardaban otras dos piedras de fantasías baratas envueltas de tal forma que casi no las puede destapar, ya que el papel fue comprimido por las manos sagaces de aquel brujo que seguramente lo rezó a su fervoroso cliente que quería un amuleto especial. Y tal vez aquel simbolismo debía estar envuelto en papel metálico, más una moneda de $100 de las últimas emitidas por el Banco de la República, podrían significar algo especial para aquel creyente en estos entuertos que son parte de la psicología de las personas. Era un envoltorio tan barato que el que lo hizo debió haber sacado por ello alguna ganancia, o bien pudo haber sido dejado a propósito, pues no es posible que las coincidencias se las hicieran insistentemente como si le estuvieran haciendo brujería. No creía en tantas casualidades. Como si la realidad superara la ficción había aparecido en el camino de este. Haber escrito acerca de la historia de nuestros ancestros y relacionarlo con el odio que tenía Isabel la Católica al ajo, no era casual que en esos tiempos ese sabor y olor de aquella planta que siendo tan medicinal, en esas costumbres arcaicas fueran usadas como sortilegios por estos comediantes que creen en sus hechizos. Algo parecido de lo que se dice de la planta de Romero.
Pero estaba ahí. No era casual. Venía siendo objeto de una persecución como si tuviera su gendarme particular que lo perseguía y que le hacía creer que era de brujería. Estaba convencido que la vida es un don de la naturaleza, así otros crean en dioses, mucho menos le podría a creer en estos impostores de ley que no son más que unos sabuesos tratando de atormentar y enredar a las personas aparentando la transmutación de la realidad por lo mágico. Ya lo había vivido desde joven. No ser delincuente y haber andado por el mundo en el ostracismo por las circunstancias, que incluso en Venezuela quisieron hacerle creer que era un perseguido por la ley, terminó por aceptar que el comisario Rincón tenía razón. Al acordarse que recién llegado de Venezuela, su papá le prometió que le iba a dejar la herencia en vida, muchas cosas sucedieron en su entorno con personajes siniestros que a toda costa le trataron de arrebatar su vida. Incluso al regresar a la "Casa Embrujada" luego de haber muerto la tía con la que convivió gran parte de su vida, en medio de aquella sociedad que se dividió entre los justos e injustos fue considerado por estos vecinos que hicieron de sus vigilancias privadas el emblema de una supuesta defensa de la libertad, adonde sus verdugos convirtieron las calles en el peor de los infiernos que cualquiera pudiera soportar.
Y es que en los últimos años además de amenazarlo de muerte, de aporrearlo bajo diferentes circunstancias muy sutilmente, convencerlo de que era un perseguido político sin que nadie lo conociera ni estuviera envuelto en nada de ideologías, donde amigos muy conspicuos le sugirieron que todo obedecía a su manera de ver la vida, justificando lo que hacían esos imaginarios venales que tenían urdido su asesinato haciendo que sus canalladas pasaran desapercibidas y olvidadas. Lo tenían en la mira. En esos años de juventud en que laboró con su papá, alguna vez fue de visita a donde uno de sus familiares que acababa de resarcirse de un susto que tuvo en el aeropuerto, porque le habían quitado toda la mercancía que traía de contrabando. Y sin embargo, tras abandonar sus pertenencias al abrigo de las autoridades y a cambio de no quedar detenido como contrabandista, estas decidieron que no había derecho a que perdiera el capital invertido, así porque si. Le devolvieron todo lo quitado en la base aérea. Estaba contento porque no había perdido nada, y por ser uno de los que frecuentemente les retribuía por dejarlo entrar su mercadería sin pagar impuestos. Ellos mismos le llevaron su mercancía a la casa. Un festejo que contrastaba con lo que le venía sucediendo. Habían otros de esa misma estirpe de sabuesos que parecían estar enamorados de este en su contra. Es más, en la misma casa infernal su vida se convirtió en una odisea adonde más de uno parecía que tuviera un negocio con éste. No sabía si era por cuenta de esos familiares que tenían sus buenas relaciones, o si en realidad en esas pescas de ríos revueltos los sabuesos le hacían creer que era por política y adonde muchos accidentes y secuestros extraños le sucedieron, y con el tiempo supo con los amigos que anduvo, también estuvieron conjurados tal y como se lo fue contando el comisario Rincón para que escribiera estas crónicas. "Pandilla Salvaje" a cuenta de otros lo quería muerto, y se lo recordó sarcásticamente años después mediante aquel galeno de medicina legal que lo atendió y revisó la herida de aquel perro del vecino. que casi lo castra.
-Estuvo a punto de morirse. Denuncie al dueño del perro.
En aquel tiempo, legalmente la herida producida por este accidente, daba más de 20 días de incapacidad y equivalía a un delito contemplado dentro del código penal de entonces, pero que "El Embrujado" por el miedo, al darse cuenta que tenían a todo un barrio a su favor, cuando hizo ir a su dueño a la comisaría para que respondiera por el daño ocasionado, prefirió dejar así lo sucedido.
Lo que siguió fue toda una serie de persecuciones en los que disimuladamente le hacían creer que era perseguido por que tenía algunos amigos que estaban en contra del Estado, aunque a ninguno de ellos nunca les pasó nada. Unos estratagemas que con los años le fueron dando la respuesta: El era el perseguido y además tenía que morirse sin que nadie se diera cuenta de los autores intelectuales. Por fin había comprendido que aquel ataque del perro en la puerta de la misma casa, fue producto de un hábil montaje, y hacía parte de los muchos otros que le sucedieron, incluso en Venezuela. Era todo un complot de estos imaginarios contra éste. Su vida había estado siempre al filo de la navaja.
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