- Le creemos, dijo el comisario Rincón.
Nadie le creía. En alguna ocasión en “La Casa Embrujada”, después de haber regresado y muerta su tía en Bello Horizonte en un accidente de tránsito, las “Bellas genios” habían comenzado a aparecerse en son de burla. Doritz, una de tantas, cada que podía golpeaba la puerta y como encantadora le hacía cualquier pilatuna. En todo un barrio y un gran sector de Bogotá fue dispuesto por esos imaginarios que mediante sus recursos quisieron que no se saliera de su autismo a que había sido llevado por obra de ladronzuelos de calles y de imaginarios de malas raigambres, qué incluso después constató que toda su vida había sido víctima de estos imaginarios sin escrúpulos, como si desde lo alto de aquel curubito de poder alguien quisiera enredar su vida mediante montajes de teatros siniestros.
- No diga más, dijo “Mil Muertos”.
Le compraba aretes y collares, incluso en el primer diciembre que regresó a la casa organizó una misa con un cura falso que era chófer de una buseta, en una de esas noches en que todos los vecinos de aquel interior quisieron recibirlo en son de burlas y provocaciones, como si de verdad se fueran a ganar la lotería.
- Estaba gestado desde lo más alto del poder.
- Dice mal, dijo “Ríos Revueltos”.
- Aquí mandamos nosotros, dijo esta “Bella Genio”.
Era una de esas “Lengüitas” que podía embaucar a más de uno, que incluso en el momento que comenzó a escribir “Un autista en Colombia” se le aparecía con unos vecinos del siguiente interior por la avenida 24 con 26 sur entre “El Centenario” y “El Quiroga”, en el instituto educativo “Oscus” para ser más exactos, y para amedrentar, ya que como Brunilda podía hacer que escuchara cómo cacaraqueaban en tonos amenazantes, y como diciendo:
- “O te callas o te matamos”.
Es más, varios de estos conductores de radio patrullas lo apostrofaron con sus gritos, hasta otro que lo esperó en la carrera 39 con la Avenida Primero de Mayo, y lo siguió un buen rato en su camioneta de vidrios ahumados, y para hacer más drástica la persecución se le volvió a aparecer unas cuantas cuadras después, siguiéndolo otro buen rato y en son de burla, cerca de la plaza de mercado del “Veinte de Julio”. Le mostró su cara desde la ventanilla con su quepis para que “El Embrujado” lo viera. También vería a un perro muerto en la misma acera por donde comenzó a seguirlo, y muy parecido a una perrita enrazada de Bóxer que aquella “Bella genio” tenía en su casa. Nunca la volvió a ver en aquel interior, que incluso con los años pensó que aquella celebración de la misa navideña no fue más que el aquelarre de aquellos brujos que lo querían llevar al otro mundo.
Era terrible, más de lo que pudo haber sido en la vida real “Iván el terrible“.
Por esas mismas calles aledañas del Centenario y el Quiroga, unos jovenzuelos que parecían viciosos, a veces lo miraban tan horrible, que era como si un vecino y agente pensionado y purifisense los mandara, que le recordaba la vez que llegaron a vivir con su tía a la casa que más tarde se convirtió en “Embrujada”, y al verlo lo confundió con otro que conoció de joven en un barrio de Bello Horizonte, pero como fueron tantos, pensó que en verdad era el perseguido número uno del Estado en aquel vecindario. Estos eran los verdaderos ladrones de sueños.
- De casas, papá, dijo “Ríos Revueltos”.
Escuchaba voces. En el barrio San Antonio en pleno centro de la ciudad capital las había escuchado muchas veces por las ventanas de la casa en que vivía, y solo años más tarde comprendió que el mundo no era como lo pensaba. Los ladrones siempre habían estado al acecho, y se daban cita allí donde los pudiera escuchar, para así provocar dentro de su imaginación el “Delirium Tremen.
- “Mis Bellas Genios” alcanzó a decir el comisario Rincón. Son las que están instigando.
- ¿Y yo qué? Le preguntó “Conciencia”.
Una amiga desde los tiempos de su juventud, se lo dijo:
- Ud. conoce a un duro, y no lo sabe.
- Son muchos, dijo el comisario Rincón. Es un complot de familia.
Aquella amiga también podría haber sido una “Bella Genio”. Todavía recordaba que en otra ocasión le habló sobre cómo casi matan a su compañero dentro del carro que tenía casi que negociado con otros, y que pretendieron quitárselo a la fuerza. Este, sin embargo tenía un primo detective en el Departamento Administrativo de Seguridad que los ayudó en este caso, lo que hizo que la “Bella Genio” hiciera el milagro como si fuera una de “Las historias de las Mil y una Noches” para que les devolvieran lo hurtado. Y sin embargo…
Años más tarde aquella vieja historia le hizo recordar otra que narró sobre lo sucedido en el negocio del “Torito Sentado” y muy cerca de “La Pontifica Universidad Javeriana” en el momento que el comisario Rincón le dictó uno de los cuentos que escribió en Venezuela, como si sus familiares pertenecieran a ese extraño club de gendarmes secretos y misteriosos que lo acosaban mediante torturas psicológicas, y lo mismo que las otras “Bellas Genios” se le apareció en su casa con el cuento de que aquel personaje que le recordaba a su amiga, y ahora parecía que tenía alguna relación de hermandad de familia, justo el mismo día que quiso escribirlo por Internet.
- Billete puro, papá, dijo “Ríos Revueltos”.
- ¿Y cuándo compró el revólver? Le preguntó otra “Bella Genio”.
Así fue como “Ojos Azules” que no se parecía en nada a la historia del “Perro Azul” de García Márquez en uno de sus libros, lo quiso matar en una de esas mañanas que iba para Sanvitoco.
- San Victorino, le recalcó el comisario Rincón.
- Está bien, respondió “El Embrujado”.
Es que todo lo sucedido tenía nombre propio, y sus historias estaban relacionadas las unas con las otras, como si fueran de los imaginarios perfectos, que durante toda su vida estuvieron planificando su muerte. Además, lo habían tratado de corromper, y lo querían hacer pasar como el más malvado de los villanos.
- ¿Sabe que, en estos terrenos de la fantasía, nosotros somos unos expertos?
Mis “Bellas Genios” movían tanto sus lengüitas, que todo el mundo se creía sus historias. Y actuaban en grupo. Seducían.
- Incluso, dijo el comisario Rincón, los miles de muertos que se le atribuyen a “Mil Muertos” no son de él.
- Pero… dijo “Conciencia”.
Y sin poder terminar lo que quería decir porque otra “Bella Genio” apareció en aquella “Casa Embrujada” en otro tiempo, y otra y otras, que con los años se convirtieron en deslenguadas hasta que llegó una y dijo:
- En esta casa mando yo.
- ¿Y la casa de quién es? preguntó Noé.
- De nosotros, dijo “Voz de Humo”.
Doritz no era nada sin este vecindario. Ni Ramos ni Carlos, sino tenían a quién zaherir. Fue así como decidieron mofarse de lo lindo, cuando dijo otro que...
- ¿Qué? ¡Dígalo!
-Si lo digo “Mis Bellas Genios” se…
-Yo lo digo por Ud., dijo el comisario Rincón. El que planeó esto, es un gendarme puro.
Se había ideado cómo robar una casa, cómo crear enemigos al más imaginario de todos los imaginarios, que al escribir todas estas historias nadie se las podría creer.
Sí, era cierto. Un imaginario ladrón de sueños, que podía durar muchos años esperando a otro para matarlo.
- ¡Qué se calle! Dijo Ramos.
- ¿Cuál? ¿Cuál?
Desde lo alto del firmamento, otros querían también contar sus verdaderas historias.
Eran ciertas. Así son “Mis Bellas Genios”. Crean fantasmas entre todos, y todos quedan convencidos que hay que matar a “El Embrujado”. Incluso después que se maten entre ellos mismos, solo así, estas quedan contentas.
-No me diga que “Mis Bellas Genios” existen y que son como brujas.
-No, le respondió “Conciencia” al comisario. Son esos ancestros que existen desde hace tiempos, y que se consideran como si fueran de “Sangre Azul” que todavía pelechan en los entornos del poder a donde los hijos de sus hijos se creen los dueños de todo, y se enamoran de bienes a donde saben que hay mujeres solitarias, alcohólicos que pueden tener alguna posible herencia y…
– Salen a enloquecer a otros tal y como le sucedió a la hija de Víctor Hugo en la vida real, respondió éste.
El comisario Rincón todavía recordaba aquella película que recreaba la historia de la hija del escritor, que fue llevada al cine por un director francés, que recreaba las guerras de Francia en sus colonias o en los territorios de su mismo país, que se enamoró de un alto oficial de aquellos tiempos, y lo persiguió hasta la muerte toda loca e ida de sí misma.
- Me parece dijo Conciencia que está hablando de “Adela H".
El comisario Rincón no lo recordaba, pero sí sabía que se enloqueció por amor, tanto que lo persiguió hasta los lugares más lejanos en esas guerras de las que el novelista se basó para escribir sus obras.
- Nuestros imaginarios además de saber enloquecer…
- Usan toda clase de artimañas a donde sus familias participan de los enredos para saciar sus apetitos de casas y de bienes, dijo “Conciencia”.
Algo parecido había pasado con los secuestradores de “El Embrujado” en “La Casa Embrujada” a donde llegaron con sus trastos haciendo alboroto y que este se creyó que eran de pura ley, y que podrían ser de los mejores. Al poco tiempo pudo constatar lo contrario. Uno de sus amigos del club de ajedrez Capablanca le propuso en aquellos tiempos el negocio de que se quedara pagando en alquiler un terreno que había convertido en un garaje de carros, mientras una de sus compañeras más cercanas de estudios en la universidad resultó trabajando con un Aldana en Alamos Norte adonde se negociaban carros de segunda de toda clase, una hermana de Memín, y de otra que resultó muy cercana al alto gobierno, pero que en aquellos tiempos no encajó dentro de los pensamientos sombríos que querían estos forjar en aquella casa maldita, ya que al poco tiempo comenzaron las persecuciones que fueron desde un secuestro momentáneo en un carro de esos viejos que unos pocos años después cuando regresó de Venezuela, Ramos lo colocó casi al frente de la entrada de la casa de donde vivía, y donde todos estos vecinos resultaron siendo sus propios verdugos sicológicos que en comparsa actuaron y que le hicieron creer que era por su cuenta, sin siquiera captar tal y como se lo dio a entender el comisario Rincón en el país hermano, que eso solo era la punta del iceberg. Estaba marcado por imaginarios secretos desde tiempos inmemoriales.
Sólo una vecina -Lucía- le advirtió que adonde le iban a entregar el manejo de dicho estacionamiento estaba ya listo por parte de un juzgado de una medida de lanzamiento porque el que le arrendaba -aquel ajedrecista- se quería apropiar de un terreno que era del Estado, y adonde se construiría una central policial, cosa que lo hizo desistir sin entender que en torno de todos los amigos que le fueron saliendo de la universidad y del mismo club ajedrecista eran unas especies de imaginarios falsarios que posiblemente tenían un negocio con él. Ya hacía muchos años que junto con un amigo había sido secuestrado en Bogotá, y llevado a aquel organismo de seguridad de la que tanto hablaron los periódicos hace algunos años, adonde el jefe de aquel organismo detectivesco que lo entrevistó le hizo creer que era un peligroso político sin ni siquiera haber participado por esos años en algún mitin estudiantil, y a pesar de que durante todo ese tiempo estuvo trabajando en una cacharrería de San Victorino. Así entendió que además de haber sido marcado dentro de estos organismos secretos como peligroso, todos los negocios que quiso emprender se desbarataban tal y como le sucedió en el barrio de Las Colinas al sur de Bogotá, cuando en una salida que hizo al centro para comprar unas mercancías, a su regreso la pesa que tenía había sido confiscada por autoridades policiales, porque según ellos estaba adulterada, y siendo nueva ya que todavía no llevaba más de un mes de haber sido comprada.
Los años le fueron dando la razón. Aquel socio que tuvo en ese granero se lo consiguió uno de los primos paisas cacharreros que quería ayudarlo, pero que en los días en que aquel ajedrecista le propuso sobre el negocio del estacionamiento, vio como el antiguo socio se hizo el desconocido mientras charlaba muy amigablemente con los mismos vecinos de aquel interior que eran de ley, cosa que con los años y a pesar que el comisario Rincón en el tiempo que estuvo en Venezuela lo alertó sobre el origen de semejantes enredos, solo cuando lo enloquecieron comprendió que durante toda sus vida habían urdido toda suerte de estratagemas, como si por lo alto del poder existiera un estigma, y estos eran sus comodines.
- Estás loco, le dijo “Río Revueltos”. ¿Acaso quieres contarnos unas sartas de mentiras?
Cuando “El Embrujado” quiso mirar quién era, acabó por comprender que era el mismo del que estaba hablando, mientras de reojo pudo observar a una de aquellas “Bellas Genios” que le salieron mucho antes que comenzará a suceder todos esos percances, mucho antes de los que ahora lo abucheaban por las calles.
A donde iba otro salía a amenazar. Incluso en aquel barrio que queda cerca de la culebrera le salían en carros y sus conductores le gritaban blasfemias, hasta que “Ojos Azules lo encuelló por la espalda el día que en la madrugada dijo en la casa que iba a salir muy temprano a comprar unos herrajes para sus fantasías, a sabiendas que siempre cogía por la misma ruta -la avenida 27 con avenida primera- cuando iba a San Vitoco a comprar la mercancía.
Y tal como lo contó insaciablemente en sus historias, otro embolador con pinta de yo no fui desde el otro lado de la avenida se le abalanzó como para que no se quedara en el separador que hay en la mitad de la avenida, y así se devolviera por el susto, a que el grupo de carros que pasaba en ese momento por la autopista del sur lo atropellara.
- ¡Y Zúas! “Asesinato perfecto”.
Lo mismo que le había sucedido muchas veces, como cuando le mordió el perro los testículos, recién llegado a aquella casa infernal.
- ¿Estás loco, papá? le dijo “Ríos Revueltos”.
Y sin embargo “Mis Bellas Genios” se burlaban. Muchas de ellas lo habían querido, y parecía ser una venganza de estas, hasta que se fracturó la columna vertebral en un accidente a donde quiso matarse.
Con los años “Mis Bellas Genios” fueron resultando sospechosas. Hablaban tan bonito. Algunas hablaban de sociedades modernas y otras de lo que podría ser el amor si se comprometía a ser fiel y además ser un buen comerciante, mientras que lo querían enredar entre las lenguas viperinas que a toda costa lo querían ver deambulando loco por las calles.
- ¡Blasfemo! Le dijo aquella “Bella Genio” y esposa de un gendarme que se ofuscó porque este le dijo que ya sabía que la noche anterior lo habían atracado y lo habían intentado matar.
- ¡Cómo se atreve! Le respondió con rabia.
Y sin embargo, si algo le pasaba en la calle, siempre salía a barrer el callejón, donde muy disimulada y a sabiendas que El Embrujado” estaba haciendo las fantasías para venderlas entre sus clientes. Así fue armando su rompecabezas y todo concluía en un extraño complot de familia adonde como en esas viejas historias donde todos los caminos iban a un mismo sitio, y donde imaginarios de todos los pelambres lo amenazaban, comprobó que además de unas familias muy emperifolladas otros iban haciendo sus sainetes como para que en las calles lo mataran haciéndole creer que era un perseguido. Mucho tiempo después que anduvo loco “Mis Bellas Genios” se parecían más a otras que hacían alarde de su don para hacer amistades, y también les descubrió sus intereses maquiavélicos en donde sus víctimas ni siquiera sabían lo que tenían entre manos.
- ¡Cállate! Le gritó “Mil Muertos”.
- Shiii, dijo el comisario Rincón.
- ¿Es qué no puedo hablar de “Mis Bellas Genios”? Le preguntó “El Embrujado”.
- Son tantas que…
- Si las paredes tuvieran oídos entonces ya sabría cuántas veces lo inmolaron en vida, dijo “Conciencia”.
- ¡Zoquete! Le volvió a gritar “Ríos Revueltos”. Ud. ha estado secuestrado.
Era cierto. Al hilar toda su historia supuso que detrás de ese largo complot podrían existir las famosas “Escrituras de Sion”, aunque podría ser otra cosa.
- ¡Paranoico! Le dijo otra voz…
Era un susurro que ni el mismo viento podía impedir que lo escuchara.
No era que “Mis Bellas Genios” los prefirieran, sino que la vida era así. Quién podría decir lo contrario. Estos imaginarios parecían ser sus verdaderos dioses. Tenían a “El Embrujado” entre ceja y ceja. En uno de esos negocios a los que entraba pudo comprobar que lo querían mucho más que a un conejillo de indias.
Siempre hablaban entre ellos y sus bellas amadas de que era un pobreto que no tenía nada, y que como tal nada se merecía. Y se burlaban tanto, que en una ocasión por fin descubrió que tenían un vil negocio de familia, como si fueran los siracusanos que decidían si vivía o no, lo mismo que en los tiempos de “El Padrino “.
Y esos gendarmes convocaban a más de uno. Entre risas y risas lo hacían aparecer como el más menesteroso, que hasta los emboladores y cuidanderos de parqueaderos de carros eran mejores que él. Lo conocían tan bien, que incluso cuando practicaron sus silenciosos trabajos sabían quiénes eran sus hermanos, sus primos y sus tías que incluso hasta sus aparentes secretos más recónditos en sus mentes retorcidas se los insinuaban en las calles. Si hablaba de fulanito, este lo esperaba casi que al instante en la misma casa. Primorov, aquel familiar que decía que era como su hermano, le resultó un mentiroso que queriendo conseguir un préstamo para que el Fondo del Ahorro Nacional le hiciera un crédito para una casa, lo buscó para que uno de sus amigos le ayudara, ya que en esos años era muy difícil que los empleados de la universidad Nacional lograran conseguir que se les adjudicara una hipoteca, y que solo éste lo logró. Incluso el que le ayudó era un mandamás de dicho instituto que bajo esos tráficos de influencias lograba lo que quisiera. Bueno, casi todo.
En un viaje que hizo a Medellín a llevar unas chaquetas de cuero, para ahorrarse lo del pasaje en avión se regresó por vía terrestre, y se trajo algunas fantasías, y dentro de ellas un hermoso ajedrez de madera, del que Primorov se enamoró, y en agradecimiento del amigo que le ayudo a conseguir dicho préstamo se lo regaló como si fuera suyo. Uno de esos desagradecimientos que todavía no olvidaba, porque más tarde con Memín y Aldana urdieron otro complot como para inventarle con los años enemigos, como si fuera el responsable de todo lo malo acaecido a otros, y a donde estos imaginarios convirtieron aquella maldita casa en su propia tortura psicológica, que al repasar la leyenda de la toma de la casa, era muy parecida a uno de los cuentos de Cortázar, “La realidad había superado la ficción”.
Todas esas “Bellas Genios” obedecían a ciegas aquellas confabulaciones que resultaron tomándose el inmueble en medio de improperios, y donde más de una de ellas intervino. Una “Bella Genio” familiar de Cúcuta trajo a un amigo -Rolando- que no los dejaba dormir, porque sabía en qué momento llegaban, y enseguida se les aparecía con el cuento de que no tenía a donde dormir, y que “El Embrujado” por la rapidez con que se aparecía, supuso que algún vecino era el que lo mandaba. Incluso le dieron plata para que pudiera regresarse a su ciudad después de unos cuantos meses aduciendo que no tenía nada en el bolsillo. Y como para acabar de completar una hermana suya que trabajaba en una empresa de buses Coomotor, pudo solucionar a otra “Bella Genio” un favor: “Que le ayudara a un vecino pobretón a ganarse unos pesos, enviándole desde Cúcuta unos pergaminos de papel para hacer fotos que por esas tierras eran más baratas, y que lo único que tenía era a su abuela. Y dicho y hecho. Varias encomiendas llegaron sin recibir nada a cambio. Este último era uno de esos personajes que se merecía un lugar en la historia porque estaba a favor de los menesterosos y que muy seguramente también fue uno de los que participó de aquel festín contra “El Embrujado” aduciendo que era uno de los adalides de las libertades y de los cambios sociales, y que además vivía en el mismo barrio donde estaba la casa embrujada.
- Todos son dobles, dijo “Ríos Revueltos”, además de todo hay en la viña del señor”.
- Esos no eran nuestros hombres, dijo otro.
Todos en esa casa eran de ley, e incluso la tía se la había comprado a una viuda de un gran soldado, de los mismos que le terminaron arrojando a todas en su contra al vecindario del barrio como si el mundo estuviera al revés.
- Estás loco se lo dijo una vez Noé (un vendedor de empanadas), mientras “Voz de Humo” lo esperaba impaciente cada que salía o entraba a su casa, que incluso hasta sabía cuándo iba a hacer unos trabajos a un amigo que era el abogado de su papá.
- Otro mentiroso, dijo otro. Engañifas. Y dizque hablando de un mundo mejor.
- Billetico puro, papá, volvió a decir “Ríos Revueltos”.
Recordaba que hubo otra “Bella Genio” en la Virginia en Prado, Tolima, que fue profesora y compañera suya, que también resultó con sus historias obedeciendo una orden secreta: En una fiesta en Purificación, después de terminar un curso con unos representantes de una organización estadounidense que trabajaba en las zonas rurales del Tolima, “El Embrujado” fue drogado y dormido, y llevado a una cama a donde aquella “Bella Genio” le tomó unas fotos que repartió entre todos los maestros y adonde lo velaron con cuatro cirios encendidos en cada una de las esquinas de la cama.
Con esta trama los imaginarios falsarios le enviaron un mensaje cifrado que concordaba con lo contado por Emiro a este hacía poco tiempo en la misma vereda, y que acababa de prestar el servicio militar obligatorio, porque era otro de los falsos adalides de la libertad de aquellos años, que aparentaban luchar por los intereses populares.
-Sabe, le dijo, en los tiempos de la violencia, a mi madre le sacaron el hijo que esperaba, y en su estómago le echaron piedras para que no flotara su cadáver.
Aunque nunca entendió por qué siempre le echaban cuentos terribles y novelados, aquella profesora de Alpujarra -según dijeron después sus conocidos- terminaría pensionada e ida de sí misma. Eran historias extrañas que se sucedieron en tan poco tiempo, y a las cuales nunca les prestó atención porque le parecieron baladíes que incluso tampoco lo hizo cuando un ingeniero provocó con una explosión de dinamita el derrumbe de un puente viejo que estorbaba el paso de los buses en la carretera que va a Prado y que estaba cerca de la escuela, y que fue hecho sin avisar a la comunidad y a los maestros de lo que iba a hacer en las horas que se desarrollaba el recreo de los estudiantes. Los guijarros producto de la explosión pasaron muy cerca de su cabeza, mientras casi mata a uno de sus alumnos que estaba jugando. E incluso aquel estudiante suyo, podría ser uno de los que hoy también participaban del festín.
Y sin contar con que casi muere cuando un tío se emborrachó y lo hizo subir en la parte trasera de su camión, mientras en aquel trecho que hay de Purificación a la Virginia se fue zafando la carrocería donde estaba “El Embrujado”, mientras casi se dormía sobre la cabrilla, junto con otros dos amigos que llevaba adelante, y sin escuchar las voces de auxilio que este le dijo. Un milagro lo salvó.
- No lo diga mentiroso, le dijo su alter ego
Solo recordaba que en esos días llevaron a una culebra al salón a donde dictaba las clases, luego que aquella profesora y la directora organizaron un escándalo porque unos policías que rondaron por allí, decían que había un cultivo de marihuana, y aducían que este era el culpable.
- Siempre ha sido así, dijo el comisario Rincón. ¿Hasta ahora se da cuenta?
Estaba marcado, y en esas marcas había….
- Billete puro, papá. ¿Voz como que sos un pendejo, no?
- Dos sesenta y ocho, seesen…see...
- Qué hable bien, tatareto, dijo “Pandilla Salvaje”.
“Conciencia”, lo sabía. Era un secuestro de familia.
- Y es decentico el señor, lo alcanzó a oír por el teléfono
- Dizque el novio, dijo una de “Mis bellas genios”. A ese con otro cuento.
- No se hable más de eso, dijo el comisario. Al fin de cuentas solo estamos recabando pruebas. Tres indicios en derecho equivalen a una prueba. Es un secuestro, sentenció.
- ¿Y estos de qué hablan? Dijo “Mil Muertos”.
- Ud. cállese, dijo “Conciencia”.
- ¿Yo...? Respondió este.
- Tal vez no sea así, dijo el comisario Rincón. Por estos tiempos de pronto le indilgan los que no ha cometido.
“Conciencia” sabía que era cierto. Los intelectuales de la muerte rondaban como brujos, y cacareaban como en los años del gallero cuando las riñas de estos le daban mucho dinero.
- Pura ficción, dijo el comisario Rincón. ¿Acaso me habla del autor del “Gallo de oro”?
- No, de Juan Rulfo no, dijo “Conciencia”. De unos lengüilargos.
El comisario Rincón intuyó que hablaba de un compañero de estudios “El Embrujado”, recién llegado a su ciudad de nacimiento, tuvo que hacer una diligencia cerca de la Plaza Murillo Toro, y ya este gladiador lo esperaba junto a otro que desconocía, pero que se le parecía a uno de esos que aparentaban ser de los mejores.
Sin decir nada, se le abalanzó y con una patada en un tobillo, le gritó:
- ¡Marica!
“Mis Bellas genios” son así, dijo el comisario Rincón.
-Matoneamos solamente, dijo “Pandilla Salvaje”.
-Esos rostros tan tiernos y tan…
- ¡Cállate! le dijo “Lengüilarga”. Ud. Solo aguante.
- Es un secuestro de familia, dijo “Conciencia”.
Sus cancerberos se aparecían por todos lados.
- ¿Con que se quería quedar con una casa, no? Dijo “Ríos Revueltos”.
- Sabe mi viejo, dijo otro que conocía de ese tipo de trabajos, son de la escuela de “Pandilla Salvaje”. Están entrenados.
- ¿Y éstos son los brujos? Pensó el viejo “Embruja”.
- Nada de eso papá, dijo otro. Solo Ud. y nosotros lo sabemos.
Lo querían matar a punta de sustos y golpes que…
- Pero cállate sapo. Le dijo otro de esos “Lengüilargos” que querían seguir hacieendo con este, un festín.
- ¡Sapos! Gritó “El Embrujado”.
“Conciencia” sabía que eran mandados por unos supuestos familiares que estaban buscando la bronca.
- ¿Sabe una cosa? Dijo el comisario Rincón.
- Si, Dijo “Conciencia”.
-Si logramos demostrar que aquel profesor que trabajó en Villa Gladys en la escuela de Engativá en Bogotá es el mismo que le salió en un colegio de Ibagué el día que le hicieron creer que su hija había perdido el año lectivo, mientras les echó un discurso de regaño a sus alumnos. Habremos demostrado que todo lo que le ha pasado es de vieja data.
- Mejor será, también demostrar que los que azuzaron a “Damián” en aquel infernal vecindario, también tenían relación con sus amigos, y con estos.
- ¿Por qué se calla “Conciencia”?
- Ud. lo puede demostrar fácilmente. Si le tiran, son los mismos que lo han intentado matar.
En medio de esos espejismos recordó a aquella enfermera que en “La Hortúa” le puso un pequeño transmisor y lo adhirió con el esparadrapo a su piel, mediante el cual pretendía hacerlo escuchar las voces de los que estaban en la cocina del hospital para que no saliera de ese entreverado mundo de la locura a que lo habían sometido, para reforzar las voces amenazantes e incoherentes que escuchaba, a sabiendas que en las calles lo amenazaban, y que debido a alguna sustancia sicótica que desconocía, alguien le estuvo dando en esos negocios de mala fe, hasta que cayó en el Delírium Trémens, tanto que casi se mata él mismo, cuando se quiso arrojar a un carro en movimiento en plena carrera décima con once en San Victorino, o con un cuchillo con el que se quiso matar, y al que su hermanastro se lo quitó a donde una tía en el barrio de los Bosques de San Carlos.
- ¿Y por qué no podemos hacer una acusación mejor?
- ¿Cuál? Dijo Conciencia.
- Intento de asesinato y lesa humanidad, dijo el comisario Rincón.
- Vaya, vaya; dijo “Pandilla Salvaje”. La ley no existe, sabe.
- Tal vez, dijo el comisario Rincón.
- “A mis Bellas Genios” no las meta en ese enredo, dijo aquel gladiador que como salido de “La Lámpara de Aladino” pretendía amenazar a “El Embrujado”.
- ¡Gualas! Gritó “El Embrujado.
- Mentiras dijo otro. “Mis Bellas Genios” no son así como dice el comisario Rincón.
- ¡Falsarios! Gritó “El Embrujado”.
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