Juegos de persecuciones demenciales


* Nuevo relato publicado en el libro de Crónicas Gendarmes.

Como todo lo que le sucedía a "El Embrujado" esta provocación no era más que la continuación de otras que le habían sucedido en su vida. Iba por la paralela quasi egipcia en la que creía que estaba en otro mundo, y en otra de las mismas en donde cualquiera lo podía amenazar de tanto andar por esas calles, pues le parecían que sus pisadas producía la cólera en estos verdugos de barrio que aparentando cuidar lo ajeno, a este lo ofendían a sabiendas que sabía que tras sus caras vampiresas los que se los enviaban parecían unas mansas palomas de paz.
Lo observó desde el andén donde estaba, junto a un nuevo restaurante, y moviéndose  entre el resplandor y la oscuridad, le espetó a boca de jarro:
-¿Por qué me tiró eso?
"El embrujado" miró hacia el piso y lo único que tenía al lado de sus zapatos era una hoja seca de esas que uno ve por estas calles cuando después del verano fuerte los aguaceros las llevan lejos, y estaba ahí porque sí.
-Qué yo...qué?
Ni siquiera había un árbol  cerca, pero ya sabía que algún día esto sucedería. Y no es que fuera brujo, sino que ya en otra ocasión cuando lo vio por primera vez, vio que lo miraba como si este le debiera algo. Después lo siguió viendo hasta cuando decidió ofenderlo. pues  intuía que algunos de estos supuestos vigilantes, lo amenazaría.
Ya lo habían hecho otros cuando estuvo de regreso a estas tierras que se parecían a esas leyendas egipcias donde los buenos son los que agreden, y los malos son los buenos de las películas.
Una discusión en otro lado, ahora tenía la aparición de un guerrero que con su mirada incendiaria hizo perder la tranquilidad de este. 
- Présteme el teléfono, le dijo un paisano, que no hay uno solo por acá para llamar a un amigo que estoy esperando.
Este lo hizo para hacer aquel favor que le pedía, mientras le contaba lo que acababa de acontecer, ya que fue este el que le indujo diciéndole  que acababa de verlo vociferando contra aquel gladiador que con su palo en ristre lo levantó amenazante, mientras le gritaba:
- ¡Ud. no me achanta soo...!
Y con aquel palo de escoba amenazaba con tirarle sobre la cabeza, mostrando su aspaviento ante los demás para que le creyera.
- Y es de buena familia, le dijo aquel paisano. ¿Y por qué los mismos vecinos le tiran a Ud.?
Ya este había vivido lo mismo en Venezuela hacía muchos años cuando el golpe de Chávez en el gobierno de Carlos Andrés Pérez;  y mucho antes  cuando creyó que lo perseguían agentes estatales, y después que lo enloquecieron y quedó con varillas en la columna vertebral en donde comprobó que era un extraño estigma desde antes de nacer, algo parecido a lo que en alguna ocasion una amiga le insinuó que porqué no se cambiaba de nombre, mientras otra que era hija de un abogado gendarme, entre risas y risas cuando le leyó  las lineas de sus manos, le dijo:
- Ud. va a vivir muchos años, y en son de sorna se rió a carcajadas.
Ya  vivía en medio de esas supuestas persecuciones a donde todo un vecindario decidió que no merecía vivir en aquella casa a la que dio el mote de "La casa Embrujada" y porque allí casi lo mata Damián un perro gosque de un vecino, y porque  fue cogido como "Conejillo de Indias" durante todo el tiempo -más de treinta años- que vivió en ella, tanto los hijos de los que fueron naciendo lo siguieron haciendo, como si él fuera el delincuente al que tenían que perseguir.
- Pamplinas, arguyó el comisario Rincón. Lo que sucede es que en este país vivimos un mundo al revés.
Era cierto. Durante todo el tiempo que llevaba en esas tierras adonde pareciera que los Faraones fueran los que mandaran hubo vendedores que lo perseguían cuando escribía algo por Internet, y como buenos samaritanos le salían a amedrentar. Cuidadores de carros que se quisieron saciar con este, en una plaza de mercado adonde se suponía que la ley estaba cerca, o en el centro adonde loteros salieron a amedrentar que incluso un vendedor cada rato le salía como loquito haciendo los gestos de la pistola con sus manos, que incluso cuando quiso contarlo,salió con otro vendedor en son de amenaza.
- Qué bellezas, dijo el comisario Rincón.
Se parecían a las leyendas de "Mil Muertos" que cada que mostraba uno de sus dientes a sus contertulios, lo mostraba orgulloso aduciendo que era oro.
-Mentiras, volvió a aducir que el oro no podía fungir tanto. Ellos se inventan sus historias creyendo que todo el mundo les va a creer. Son farsantes.
En aquella parte de "El Salado" ese mismo día...
- Ayer, interrumpió "Mentiras Frescas"
- Metiche, le dijo el comisario Rincón.
Un profesor que ya no lo era, pero que sabia de todo y de todos, así como los muchos que lo fueron siguiendo por esas tierras fantásticas, pues creían todavía que allí estaba el Legendario Dorado, cuando fue a cobrar un giro que Google le envió por sus aportes en la publicidad, o cuando quiso cobrar un dinero que le debía la gobernación por lo aportado a la caja de previsión en los tiempos que prestó su servicio, quiso recrearlo con sus historias de política y de religión con sus vastos conocimientos que tenía de esta sociedad que como en el Sahara muchas veces veían castillos, cuando en realidad no existían.
Si, estuvo en aquella parte de esta región cuando se sentó a descansar en una cafetería. Quiso mirar por su móvil telefónico a sabiendas que allí había Wifi popular, y entretenerse leyendo "La Leyenda  del Dorado" . Estuvo en esas un buen rato, cuando enseguida oyo el ruido de una moto que cruzó como si estuvieran buscando algo. Pudo ver cómo lo miraban para saber quién estaba leyendo aquel libro, aunque llevaba días haciendo llamadas a los números telefónicos que supuestamente desde el buscador de google le enviaba, y le sugería que no podía ser así, pues durante casi diez años que llevaba manejando sus cuentas de internet desde hacía unos pocos meses aparecían estos teléfonos, mientras muchas veces le bloqueaban sus cuentas. Si. Llegaron hasta allí, y enseguida se dieron cuenta que era él, y se fueron. Lo sabía desde hacía muchos años, incluso creo que desde su nacimiento, como si alrededor de este hubiera algún entuerto de familia. Eso fue lo que le quiso dar a entender cuando apareció en su vida el comisario Rincón en "El Gran Café" en Venezuela, adonde Henri Charriere escribió Papillón.
Ya antes, en La Ciudadela Simón Bolívar hizo un chance con el número de la fecha y el día de su nacimiento, y además quiso recargar su celular.
-No recibe el número, dijo la encargada.
Le pasó un papel.
-Escríbalo, dijo.
A "El Embrujado" se le hizo extraño.
-Mire le mostró la encargada, ya está registrado.
Como no apareció la recarga el comisario le advirtió de esta anomalía,  pero ella al solicitarle algún recibo, solo le respondió:
- Hace más de tres meses que no se dan recibos. Vaya adonde tiene registrado su celular.
La apuesta era de poca monta, pero sabía que de esa forma se le dañaría el día, porque lo recargó en el centro sin contratiempos y con recibo en mano en una caseta, en esa parte del mundo donde todo es mágico, y claro que esto último sucedió después casi al final del día. No sabía de la provocación que se estaba gestando como para tratar de dañar la noche.
- Así son los complots, dijo el comisario Rincón. Primero lo van enredando con sus historias de corsarios y de piratas, para después sacar a sus guerreros a relucir con sus dientes y hacer lo que mandan sus perseguidores que tras bambalinas se congratulan con sus matoneos.
En fin, después de su descanso quiso tomar una foto adonde hay un hermoso árbol de navidad, pero cuando ya iba hacia los aleros de la ciudad, oyó que lo llamaban por su celular.
Rápidamente se corto la comunicación Así era siempre. Entonces llamó al número de la marcación, pues era la de un conocido de la ciudad, y le preguntó a sabiendas que era el de este:
-Con quién hablo, dijo.
Este no era su perseguidor. Era otro que desde su centro de poder le estaba enviando sus mensajes mostrando sus dientes, tal y como lo hicieron en otro tiempo en aquella casa cuando le enviaron a Damian el que mucho antes unos amigos le sugerían lo que le iba a pasar.
- Son amedrentadores y mitómanos, dijo el comisario Rincón.
- Si, respondio
Y así fue como recordó al personaje que en un diciembre a altas horas de la noche le salió en una bicicleta en contra vía a atracarlo. Por fin lo dilucidaba desde hacía pocos años, y reconfortaba su espíritu. Otro se lo había enviado.
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