Such are the threats.
Qué haría si su hacker particular se entromete en la privacidad de su computador y del blog y le va borrando lo que quiere escribir, como para corroborar que en la vida real lo está amenazando mediante unos que aunque aparentan ser de una familia, “El Embrujado” lo ha vivido con otras en diferentes ciudades hasta en otro país, y con personas desconocidas, y que cualquiera podría decir que es pura paranoia.
Un lobo de calle lo intenta matar en una mañana cogiéndolo por la garganta por detrás, y mientras mira hacia a donde vienen los carros a gran velocidad, afloja un poco el apretamiento en la gargante de uno de sus brazos, mientras con el otro le ajusta también con la punta del dedo índice de su mano, y le hace creer como si fuera la punta de un revólver, y entonces al darse cuenta que solo lo tiene encuellado como si lo fuera a ahorcar. Ante eso, reacciona y fácilmente se suelta de aquella llave hecha por aquel ladrón que resulta ser un vecino que nunca había visto, y que lo hizo a proposito, para que huyera del susto hacia la mitad de la avenida adonde un embolador de cara enjuta que desde hacía tiempo le salía por los negocios a donde iba con frecuencia, y cerca de donde vivía de la Plaza de mercado Santander en el sur de Bogotá, aparenta salir corriendo a atajarlo para que se devuelva desde el otro lado de la avenida, y para que los carros lo atropellaran. Después lo seguiría viendo salir de la casa vecina, mientras por las calles cada que se aparecía a donde estaba “El Embrujado” desconocidos y vecinos suyos se mofaban mostrándoselo. ¿Y sí se hubiera devuelto?
- Asesinato perfecto, diría el comisario Julio Rincón.
"El Embrujado" en esos tiempos se confundía. Un policía vecino cuando se lo encontraba por los lados de Bella Vista en Bogotá, y que era muy cerca de una casa que tuvo como resultado del cambio que hizo de una herencia de familia, se lo dijo:
- Si en algo le puedo servir, me lo dice.
Lo decía en tono amigable, pero adentro de aquel interior del que tanto ha hablado este, su señora se divertía de lo lindo provocando. Su costumbre de llevar el periódico que compraba todos los domingos para leer en casa hizo que en una ocasión se lo pidiera prestado, debido a que antes en la misma plaza había subrayado en uno de estos negocios mientras se tomaba una cerveza, un artículo sobre el manejo del Internet que por ese tiempo hasta ahora se comenzaba a extender por Colombia, mediante los famosos cafes internés. Cuando llegó se apareció enseguida para que le prestara la prensa por un momento, y después de un buen rato se lo entregó faltándose precisamente la hoja que había marcado como interesante. En los negocios le embolataban las vueltas, sí pagaba con un billete de alta cuantía, o cuando no, le decían que no lo había hecho, o si no le daban algo podrido como para dañar el rato, y mandarlo enojado para la casa, para que dentro de esta se pusiera a hablar solo, o a discutir con su familia. Sin contar con algunos vendedores y cuidanderos de calles que parecían enviárselos para saber qué hacía.
Así lo contó hace poco acerca de uno de estos vigilantes de calles y muy cerca de donde actualmente vive, que lo amenazó con un palo sin ton ni son, mientras un paisano que vendía sus garguerías se dio cuenta del ultraje y de la amenaza. Su parecido con otro que frecuentemente lo amenazaba era tal, que parecían hermanos. Incluso cuando contó las historias de unos gemelos en su libro.de Crónicas Gendarmes muchos de estos comenzaron a aparecerse a donde fuera como para confundirlo, como si alguna autoridad se los enviara, o tratando de repetir lo que dijera en la vida real, que incluso en más de una ocasión no pudo publicar nada por el miedo a las amenazas de esos supuestos sabuesos que trabajaban con los que vivían por las calles. Ni que decir de los cafés internes que desde que comenzó a manejar el computador y los blogs que escribía, desde los servidores de los negocios, los dueños lo amenazaban mediante plantillas con crucifijos o con leyendas asquerosas, qué los varios cursos que hizo por el Sena Virtual, adrede se los dañaban. Alguien daba esas órdenes, y estos a fe ciega las ejecutaban en las calles, y cualquiera se daba las infulas de agredirlo tal y como lo hizo el último que lo amenazó con el palo como si fuese un bateador de beisbol, mientras vigilaba los carros, y recibía sus moneditas por cuidarlos.
- Ud. lo que está bueno es para reventarlo, se lo dijo no sin antes insultarlo delante de todos.
El paisano que después salió a preguntar por qué lo amenazaba el suso dicho vigilante, le pidió su celular prestado para hacer una llamada corta, sin que este se hubiera dado cuenta que estaba por esos lados, y a quien le parecía saber todo.
- Estaba como drogado, o ido de si mismo, le contestó.
- Pero lo estaba esperando, le dijo.
Con el tiempo cayó en cuenta que este también lo vigilaba por las calles, y que esa llamada era para constatar que aquel sí lo había amenazado, y lo hizo pensar así por muchas otras cosas que este le había dicho, aunque podía equivocarse.
******
El libro de "Crónicas Policíacas" remplaza el anterior de "Crónicas Gendarmes" porque contiene otros relatos que antes no estaban y es único en el mercado.
También puede visitar "Libros del tercer mundo".
Botones de mis redes sociales
Comentarios